Ultra
Trail de Mont Blanc
Hay ocasiones en las que las
cosas que deseas no llegan en el mejor momento.
La ilusión de haber sido
elegido en el sorteo para participar este año en la UTMB chocó con
una temporada en la que estuve bastante liado con motivo de estar
estudiando para promocionar en mi trabajo. Si sumamos el ajetreo
laboral y familiar cotidiano,tuve poco tiempo para poder entrenar e
ir a un acontecimiento de este nivel como uno debe ir.
Hubo momentos en los que pensé
que si nadie hubiera sabido que tenía dorsal quizás lo mejor
hubiera sido el no ir. Pero mi familia y amigos ya me estaban
animando, billetes de avión comprados, alojamiento buscado... así
que me dejé llevar y decidí ir, no en mi mejor estado, y dejar el
pabellón lo más alto posible.
Mi estancia en Chamonix no fue
muy larga, llegué el día antes de la carrera con mi mujer y una
amiga de ella, la cual le hizo buena compañía el tiempo que estuve
de carrera. Allí me reuniría con Pedro y Jorge de ultratrails.com.
Llegamos al aeropuerto de
Ginebra donde alquilamos un coche y nos trasladamos a Chamonix.
Recogí directamente el dorsal y tras esto fuimos a dejar el equipaje
al alojamiento y dimos un paseo por Chamonix.
Desde la habitación teníamos
unas preciosas vistas del Mont Blanc.
El día de la carrera
madrugamos, se esperaba buena temperatura para los siguientes días,
una suerte. Tras desayunar cogimos el teleférico a “Aigle du
Midi”, inmejorables vistas, totalmente recomendable.
Bajamos y montamos en el tren
que nos llevó a “Le Mer de Glace”.
Entre una cosa y otra llegamos
al hotel a las 14, y había quedado a las 16 con Jorge en la salida.
Necesitaba descansar un rato después de toda la mañana de
excursión, así que quedamos en que nos encontraríamos en la zona
de salida más tarde.
Sobre las 17 dejé la bolsa que
me llevarían a Courmayeur y fui a la línea de salida, mi mujer
cogió sitio para verme salir.
Inmediatamente me encontré con
Pedro y fuimos a la busca de Jorge, pero iba a ser más difícil de
lo que pensaba, el personal ya se estaba colocando en la zona de
salida para coger sitio y era complicado moverse. Pensando que Jorge
estaría mas adelante que nosotros, nos quedamos en el sitio con la
idea de cogerlo por el camino.
Se
acercaban las 18, y una mezcla de tensión e ilusión se mascaba en
el ambiente, un águila sobrevolando a los participantes, sonaba
“Conquest of Paradais” mientras me pasaba por la cabeza todo lo
que había tenido que hacer para llegar hasta ese momento y el
sacrificio que había hecho mi mujer en venir conmigo a Chamonix en
vez de hacer un viaje más lúdico para los dos... En ese instante me
dije que por todo ello tenía que comerme los 170 kilómetros y
10.000 metros de desnivel positivo, en menos de 46 horas, que me
esperaban fuera como fuera.
Al
fin tuvo lugar la salida y tardamos bastantes minutos en pasar por
debajo del arco de salida. Había ambientazo, no cabía ni un alma
más animando y despidiéndonos como si fuéramos héroes que van al
campo de batalla. Gritos, cencerros, “allez allez”, muy
emocionante.
Cuando
tuve la ocasión, apreté el ritmo en busca de Jorge, en solitario ya
que Pedro me dijo que se lo quería tomar con calma. Antes de salir
de Chamonix oí mi nombre, era mi mujer con una sonrisa despidiéndose
de mí hasta quien sabe cuantas horas más tarde.
Por
mucho que aumenté el ritmo no vi a Jorge y ya habían pasado algunos
kilómetros así que,erróneamente, pensé que ya lo vería. Luego me
enteré que salió más atrás que nosotros, una mala noticia, ya que
teníamos pensado en hacer la carrera juntos para amenizarla y no
tener que estar tantos kilómetros solos por el efecto psicológico
que ello tiene.
Los
primeros ocho kilómetros sin mucho desnivel nos llevó a la
localidad de Les Houches.
Primera
subida para entrar en calor y bajada a Saint Gervais, donde había un
buen ambiente.
La
pendiente más larga de la prueba nos llevó a Croix du Bonhomme, y
tras la bajada llegó a Chepieux, donde me tocó pasar el control de
material. Tomé algo calentito y proseguí el largo camino que aún
me quedaba, solo llevaba 44 kms.
De
nuevo una larga de ascensión con destino al Col de la Seigne,
entrando ya en Italia y poniendo mi próximo objetivo en llegar a
Courmayeur.
El
descenso a Courmayeur me termino
de machacar los cuádriceps, se me hace eterno. Aún no había
usado los bastones, que iban enganchados a la mochila.
Los tenía reservados, ya que venía a la prueba tocado del hombro y
por no querer desgastarlo demasiado esta es la consecuencia.
En
Courmayeur recogí mi bolsa,
15 horas y 31 minutos para recorrer los 78 primeros kilómetros. Me
eché vaselina
por las ingles, comí
y descanso un poco. Un corredor que entré
en el pabellón se desfalleció y
cayó al suelo pero pronto recobró la consciencia. Ya se
estaba pagando el sobre
esfuerzo y el calor.
Fui bastante cómodo con las
zapatillas con las que había empezado, así que decidí no
cambiármelas, me las quité un rato para airear los pies y poco más.
Sinceramente
salí con más pena que gloria, sin ganas, pero había
que seguir adelante.
Ascenso
al Refugio de Bertone y Refugio de Bomati, consiguiendo hacer un poco
de trote cochinero, después de tanta subida es difícil
volver a coger al menos un poco de ritmo. Ya estaba en Suiza, al fin.
El
camino hasta Arnuva se me hizo interminable.
Ya
en la segunda noche se hizo dura la subida a Trient. Notaba que el
cuerpo se estaba quedando en reserva y los cuadriceps cada vez
estaban más tocados, se me hacían menos duras las subidas que las
bajadas. Además, empezaba a tener dolor en los dedos de los pies. Al
llevar al punto de avituallamiento comí y descansé un poco, y tras
esto me acerqué al puesto de fisioterapia, buscando un milagro para
los problemas en mis piernas. Hicieron lo que pudieron pero milagros
no hay.
Salí
y del cambio de temperatura me caló el frío en los huesos, poco a
poco según transcurre la marcha entro en calor.
La
noche fue un calvario, se me cerraban los ojos por momentos y
hubieron instantes en los que pensé que tenía visiones. Había
gente durmiendo en los laterales del camino y a pesar de que iba
reventado no tuve tentación de imitarlos.
No
se exactamente en que kilómetro me reencontré con un corredor
catalán, llamado Josep Maria, con el que hablé un rato en la zona
de Arnuva, íbamos igual de tocados pero conscientes también de que
íbamos a llegar a Chamonix. Con él haría la recta final del
recorrido y, francamente, fue una suerte tener su compañía después
de casi todo el trayecto en solitario.
En
la bajada a Vallorcine disfrutamos de un rato de merecido descanso,
no habían prisas, íbamos en tiempo.
Llegó
un momento en el que tiramos la toalla en el aspecto de acelerar
ritmos para hacer algo menos de tiempo, íbamos tratando de disfrutar
lo que podíamos dentro de las condiciones físicas en las que nos
encontrábamos.
Antes
de iniciar la subida a La Tete aux Vents se veía el reguero de
corredores, o más bien a esas alturas andadores, subiendo esa zona
rocosa. En ese tramos nos hicimos fuertes y fuimos a buen ritmo.
Subida en pedregales y al fin bajada a La Flégère , sufriendo los
dos por nuestros dedos de los pies y cuádriceps, era digno de
ver nuestros andares y el ritmo al que íbamos por el que nos
adelantaban muchos participantes. Pero, ¿qué más daba ya?. La
cuestión es que lo teníamos en la mano y paso a paso nos
acercábamos.
Dos
horas y trece minutos consumimos en recorrer casi 8 kilómetros
que habían de La Flégère a Chamonix, con 800 metros de desnivel
negativo. Es una referencia para reflejar en que estado nos
encontrábamos.
Al
fin entramos en Chamonix, parecía que no iba a llegar el momento
nunca, aún siendo las dos horas de la tarde había gente animándonos
por la calle, con “allez allez”. Pusimos la poca carne que
quedaba en el asador y comenzamos a trotar. Al fondo vi a
Pedro, el cual me da un abrazo y me dice que Jorge y mi mujer están
el arco de meta y en menos de un minuto ahí están gritando mi
nombre y vitoreándome.
44
horas y 9 minutos, no era el tiempo que hubiera deseado hacer, pero
las circunstancias mandaban y me
podía dar con un canto en los dientes por el hecho de haber
conseguido terminar la Ultra Trail por excelencia.
Me
dieron el chaleco finisher, me hice la foto de rigor y agradezco a
Josep Maria el haber estado tantas horas dándome apoyo.
No
se me pusieron los pelos de punta, ni se me escapó ninguna lágrima,
simplemente estoy allí, echo un asco y sin sentimentalismos, había
llegado y punto. Al fin acaba este dulce infierno.
Mi
mujer me contó que mis amigos me habían estado siguiendo por
facebook, gracias al seguimiento en directo de UTMB, les agradecí a
todo ellos el que se hayan estado preocupando y que me hubieran
apoyado desde la distancia.